HOY TENGO TIEMPO
Sí, así
comenzaba una vieja canción, "Hoy tengo tiempo, tengo todo el tiempo
del mundo, para pensar en nosotros, pensar en ti, y en mi....“
El relato
de una nostálgica reflexión sobre la importancia de los pequeños
detalles, esos que no apreciamos que, por insignificantes, olvidamos...
esos que a la postre destruyen aquello que tiempo atrás nos parecía lo más
importante del mundo.
El
tiempo, ese al que no damos aprecio, ese es la clave.
En esta
sociedad acelerada, siempre con prisas, nos dejamos llevar arrastrados por esa
tendencia, sin darnos cuenta de todo lo que en el camino estamos
olvidando.
Por prisa
descuidados amigos, hijos y pareja, y sólo reaccionamos a ello cuando ya es
tarde, cuando hemos perdido a las personas que más queremos.
Una de las
cosas más importantes que podemos ofrecer a nuestros seres queridos, sin
duda es nuestro tiempo, regalo que se ve inmediatamente recompensado con el
tiempo que comparten con nosotros.
Hoy, que
tampoco tengo tiempo, quiero dar las gracias a todos aquellos que
conmigo han compartido el suyo, a esos amigos que siempre tienen un instante
para decir "Hola, ¿que tal va la vida?".
Pero hoy,
quiero hacerlo en especial a una persona, un ángel que recientemente ha
entrado en mi vida, alguien que ha cambiado muchas cosas en ella.
No sería
justo limitarme a dar las gracias por todo el tiempo que me dedica y
conformarme con seguir disfrutando de ello, ese tiempo que en breve veremos
reducido por las circunstancias de cada uno de nosotros. Ese tiempo para
mi será más valioso que el oro, y desde aquí, y públicamente, yo me
comprometo a llenarlo de momentos, de pequeños detalles que hagan importantes
cada uno de esos momentos, para que el futuro no me alcance cantando un lamento.
Estaré
siempre agradecido a.... (Llámale Dios, destino, karma, etc.) por darme
la oportunidad de olvidar momentos pasados, y poder hacerlo a su lado.
Yo era de
los que decía que mi tren había pasado, y sólo en la estación, veía
como el resto de viajeros iban tomando los suyos con destino a la
felicidad, y cuando ya me veía sólo en el andén, apareció ese tren,
mi tren.
No, no era un
moderno tren de alta velocidad, era un tren marcado por el tiempo, ese tiempo
que dejó cicatrices sobre él, un tren con un destino claro... la
felicidad.
No fue
difícil tomar la decisión de correr por el andén y subirme, era ahora o
nunca, ese tren no volvería a mi estación.
Ahora que
estoy embarcado, empiezo a comprender que este viaje no será fácil, que a
mí me toca limpiar y pintar este tren, borrar las cicatrices que el
tiempo ( y algún grafitero) han dejado, para que nuestra llegada a la estación
final sea como las vividas en esas novelas y películas románticas, esas que
siempre terminan con un espectacular beso interminable, mientras
nos miramos y recordamos el pasado, haciendo repaso a todos esos momentos
juntos, compartiendo ese momento de felicidad con aquellos que nos
acompañarán durante el viaje y que son imprescindibles en él, esos cuatro
personajes que, como en un cuento, dan pinceladas de color a nuestra historia,
y reivindican su innegable protagonismo.
C. Rodríguez
25/08/2017
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