miércoles, 22 de agosto de 2018

Te doy las gracias

Y hoy, otra vez, se me ha dado por escribir,  de hacer lo como tu me enseñaste, desde adentro, olvidando si en algún momento podría haberlo dicho, o tal vez callarlo.
Solo tu podías empujarme al abismo de la reflexión escrita, de los sentimientos plasmados sobre blanco fondo, del corazón abierto y los ojos cerrados. Tu me invitaste a probar,  a sabiendas que cuando lo hiciese repetiría, que se convertiría en válvula de escape de cuanto en mi interior y a mi alrededor pasa, en el descanso de mis debates internos. Tan sólo tu podías hacerlo, sólo alguien con esa pasión por los relatos cortos de vivencias propias y ajenas,  podía haberme convencido para habrir esa caja de Pandora.
Se que te he defraudado en muchas ocasiones al no compartir todos mis textos, pero ... tal vez fuese mejor así. Cuando uno desnuda su corazón se expone a peligros para los que no creo estar preparado.
Tu me has enseñado a escribir desde el corazón,  pero se te olvido decirme que eso a veces duele,  que las musas se esconden o desaparecen,  que el amor activa la creatividad positiva y llena de color,  pero que las sombras acecharian desde el horizonte para intentar teñirlo todo de negro. Y ahora, dime, ¿como se cambia el color de la tinta? ¿como se vuelve a los floridos campos y al arco iris?
Mis dedos ya no corren sobre el teclado, y es que sin la luz de tus ojos ya no veo las palabras, sin ese  faro, no se encaminar  mis escritos a buen puerto.
Por todo lo bueno que me has enseñado, gracias. También por lo que todavía he de aprender y seguro me enseñaras.

C. Rodríguez
08/05/2018

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