jueves, 29 de agosto de 2019

UN EXTRAÑO SUEÑO


UN EXTRAÑO SUEÑO

Dicen por ahí, que en la vida nada sucede sin una razón,  sin un porqué o sin una finalidad.
Pues supongo que algo estará por llegar o bien hay algo que ha pasado y todavía no me he percatado.
Supongo que os estaréis preguntando ¿a que viene todo esto? Pues sencillamente se trata de un intento de analizar una serie de extrañas coincidencias,  o tal vez no tan extrañas,  supongo que alguien le encontrará un punto más o menos lógico a todo ello.
El caso es que este fin de semana ha sido pródigo en esto de las “casualidades”. Aunque también es cierto que tal vez sea mi imaginación o mis ganas de escribir, quienes me hagan verlo de ese modo. El caso es que fuese como fuere, lo escribiré como una de esas historias que de vez en cuando salen de esa rara coordinación entre mis revolucionadas neuronas y mis torpes dedos.
Comenzaba el sábado ilusionado, con una actividad en el horizonte de las hora, llevaba ya semanas deseando que llegase el día, y por fin lo había hecho.
A medida que  pasaban las horas mi nerviosismo iba creciendo al mismo ritmo que las ganas por descubrir algún nuevo rincón  y aprender algo sobre las estrellas.
Y así fue, de la mano de una vieja conocida, y tras un pequeño recorrido cargado de interesantes aportaciones sobre botánica, insectos, anfibios y el delicado equilibrio que existe en la naturaleza, me vi ante uno de esos espectáculos que nos brindan los cursos de agua en nuestra tierra, un hermoso salto de agua encuadrado en un lugar que invitaba a la relajación y el pensamiento, (lastima no disponer de más tiempo).
El camino llegó a su fin, pero la noche no hacía más que empezar, y tras una ligera cena llegaba el plato fuerte y que pondría un broche espectacular a una estupenda salida en muy buena compañía.
Jesús nos mostraba estrellas y constelaciones mientras nos contaba aquellas maravillosas leyendas asociadas a cada una de ellas. Historias de amor, de celos, de venganza y valentía, casi siempre con final feliz. Nos hablaba y nos hacía recordar aquellas noches de nuestra infancia, noches en las que mirando al cielo eran muchas más las estrellas que podíamos observar,  cuando a simple vista podíamos contemplar la Vía Láctea, ese camino celestial en el infinito firmamento.
Claro que hasta aquí todo era normal, y así terminó la noche.
Lo extraño comenzó en la madrugada del domingo, cuando me despertaba con un sueño de esos que le dejan a uno pensando cual sería “el significado” de aquello que ha vivido mientras dormía.
Son muy pocas las veces en que recuerdo lo soñado, pero esta vez era distinto. El sueño era tan real que asustaba, pero ni quería,  ni podía despertarme, necesitaba saber que sucedía en aquella extraña caminata.
Sí,  habéis leído bien, el sueño comenzó así,  como cualquier caminata de las que suelo realizar. Me encontraba sobre un camino polvoriento, la vegetación en sus márgenes no tenía nada de especial, eran las mismas especies que he contemplado cientos de veces en mis paseos por los montes gallegos.
Sin embargo algo me inquietaba.
Caminaba en solitario, algo que tampoco es nuevo, pero a mí lado podía escuchar perfectamente los pasos de alguien más. Aunque no podía verle sin duda estaba ahí, acompañado cada uno de mis pasos.  Manteniendo su caminar paralelo al mío, sin acercarse ni alejarse, sin pronunciar ni una sola palabra.
De repente mi camino cambió, ya no era aquel polvoriento sendero, ahora me sentía flotar, carente de gravedad y rodeado de estrellas, planetas, cometas , etc.
No tarde en reconocer mi nueva ubicación, el camino que ante mis ojos se estaba presentando era la Vía Láctea, esa de la que habíamos hablado horas antes.
Aunque era algo contradictorio, a pesar de estar camino por el cielo  aquellos pasos seguían acompañando mi caminar.
No obstante el recorrido por el celestial sendero, no duró mucho, y rápidamente se transformó de nuevo, y en ésta ocasión también podía reconocer el nuevo entorno, ya lo había visto antes y era un camino inolvidable.
Tan sólo lo había visto una vez, en una pantalla de televisión, era el eje central de una película que se ha convertido en icónica.
En efecto, me encontraba sobre el camino de baldosas amarillas.
Mis sensaciones comenzaron a cambiar, de repente me sentía como cada uno de los personajes de la película, y como ellos, también quería llegar junto al mago.
Necesitaba que me diese “valor" para seguir adelante a pesar de todas las cicatrices que colecciono .
Necesitaba que mi cerebro pudiese entender todos los acontecimientos que se han ido quedando sin respuesta, comprender el porqué de algunos cambios en determinadas personas.
Necesitaba un corazón, el mío fue destrozado hace algún tiempo,  y se niega a volver a amar.
Si, también me sentía como Dorothy, yo también quería regresar, pero en mi caso era a un pasado feliz, donde todo era distinto,  donde había sido capaz de dejar atrás los miedos, donde había comprendido que amar no es malo, donde mi corazón estaba repleto de sentimientos y alegrías.
Pero como ocurre siempre, los sueños se terminan, y nos despertamos justo antes de descubrir el final, y yo también me desperté, justo cuando llegaba donde el gran mago.
A pesar de haberme despertado, una sensación continuaba acompañándome, seguía sintiendo que alguien me acompañaba, aunque seguía sin poder ver a quien pertenecían aquellos pasos que siguieron mi caminar a lo largo del suelo.
Después de episodio quise volver a ver al película, y la busque en internet.  Mi sorpresa fue todavía mayor si cabe, ese domingo era el aniversario,  justamente se cumplirían 50 años del estreno de este clásico.
Todavía no se el motivo de tan extraño sueño, ni del porqué de todas esas coincidencias que en él se daban, y aún intento descubrir quién seguía mis pasos en la sombra.
Si se os ocurren respuestas a mis dudas, no dudéis en compartirlas, seguro que serán de gran ayuda.

C. Rodríguez
25/08/2019

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